Hay un acertijo en catalán que dice: “Soy muy inteligente y me consulta la gente”. La respuesta es el libro. En cambio, cuál fue la sorpresa de mi hermana, maestra de primaria, cuando sus alumnos contestaron mayoritariamente “Google”.
Ante esta respuesta, es evidente que la manera de adquirir conocimiento ha cambiado por completo entre los nativos digitales y cómo lo hacíamos en esta misma edad los predigitales. Por tanto, si esta manera de aprender cambia, es lógico que también cambie la manera de enseñar.
El concepto nativo digital fue acuñado por Mark Prensky en su libro “La muerte del mando y del control”. Prensky habla de nativos digitales, –que son las personas nacidas a partir de 1995, para quienes la tecnología es una parte “natural” del mundo–, y los inmigrantes digitales, que son a quienes el mundo tecnológico les llegó más tarde y han tenido que ser ellos quienes se incorporen a él.
Según el autor, para un niño de 2018 el maestro ya no es la fuente de conocimiento principal que suponía esta figura para muchos de nosotros. Ahora el papel del profesor es el de reforzar el conocimiento, dotar de capacidad crítica y conducir el aprendizaje.
Hoy los nativos digitales comienzan a incorporarse al mundo laboral, con lo cual es natural que una persona que se ha educado con unas condiciones didácticas determinadas y esté totalmente familiarizada con unas herramientas complejas, lleve a cabo sus tareas de manera distinta que sus compañeros de trabajo nacidos en una época más analógica.
En las empresas, baby boomers, generación X, millennials, generación Z, o, simplificando, nativos digitales y predigitales, han de colaborar juntos para alcanzar el mismo objetivo, por lo tanto, la metodología tiene que ser común y accesible para todos. Siempre aportando. Sin entorpecerse.
Pero no solo eso: en este mismo entorno laboral, puede que la relación intergeneracional se de entre vendedor y cliente. Y este hecho puede entorpecer la relación comercial y repercutir negativamente en el éxito de la empresa.
Puede que el vendedor sea un inmigrante digital y su público objetivo sea millennial. O al revés. En este caso, disponer de una buena identidad digital ya no es una opción. Las compañías deben ser conscientes de que seguramente cada año un mayor número de nuestros clientes pertenecerá a las nuevas generaciones millennial y Z, generaciones para los que los canales online forman parte de su día a día.
¿Cuántas veces hemos buscado información de una empresa en internet? ¿Cuántas veces hemos buscado el perfil de la persona con quien nos vamos a reunir a través de Google? Es importante que nos pongamos en el lugar de nuestros clientes para entender qué quieren y cómo podemos adaptarnos a sus inquietudes.