Todos tenemos una imagen pública que cuidar, se llama marca personal. Con ella expresamos quienes somos y lo que sabemos hacer. A través de nuestra marca nos promocionamos, y es una herramienta muy útil a la hora de buscar trabajo o posicionarnos en nuestro sector.
Aunque no hablemos explícitamente de nosotros en redes sociales, lo que publicamos en internet dice mucho de cómo somos. No solo cuenta lo que decimos, también cómo, el lenguaje que empleamos, si tenemos buena ortografía, qué tipo de contenidos compartimos, cuáles son nuestros gustos, aficiones y qué comunidad hemos creado. Todo.
La marca personal es tan importante que actualmente muchas empresas rastrean los perfiles sociales de los candidatos antes de decidir contratar a alguien. Los currículums de varios postulantes pueden ser muy similares, en cambio, cómo se relacionan en público es algo muy personal, nos da muchas pistas de sus aptitudes.
Si ya tenemos empleo, tampoco conviene relajarse. Nuestras publicaciones juegan un papel muy importante para la reputación de nuestra empresa, razón por la que cada vez más personas especifican en sus biografías que se trata de un perfil personal y que las opiniones vertidas en esa red social también lo son, advertencia que no sirve de mucho cuando se cometen errores graves.
Crear una marca personal requiere tiempo, dedicación y prudencia. Además de tener muy claros los valores que queremos transmitir sobre nosotros mismos, hemos de ser muy conscientes de que errar puede tener consecuencias serias. Por mucho que borremos la publicación, es posible que alguien haya hecho un pantallazo, haya trasladado esa queja a tus jefes o que por mucho tiempo que pase, esa mancha no desaparezca nunca de la memoria de quienes nos conocen.
Errores en redes sociales los encontramos cada día. Algunos dan lugar al linchamiento y tras un tiempo más o menos corto, el problema no pasa de ahí. Otros desaciertos, en cambio, ocasionan despidos laborales y/o problemas con la justicia.
Uno de los casos más sonados fue el de Justine Sacco, directora de comunicación de InterActiveCorp (IAC), compañía que gestiona la comunicación de portales como Ask.com o Vimeo. En diciembre de 2013 Sacco cometió el error de twitterar antes de viajar de Nueva York a Sudáfrica lo siguiente: «Me voy a África. Espero no pillar el sida. Es broma. ¡Soy blanca!». El tweet se viralizó y la tacharon de racista. Cuando la mujer llegó a su destino y conectó su teléfono móvil ya estaba despedida. Desempleada, tuvo que desaparecer de las redes sociales y aquella broma le costó volver a encontrar trabajo en comunicación. Que después de tanto tiempo yo esté hablando de este caso ahora y seguramente tú también lo recuerdes, es la prueba de que hay errores que por más que los intentes eliminar de tu TL, permanecen.
En cambio, hay meteduras de pata que pueden gestionarse mejor. Y en ese caso, lo aconsejable es reconocerlo y ser el primero en reírse de ello para suavizar las cosas. Es el caso de Michelle Mone, una modelo y empresaria que durante un acto público, y ante 3000 personas, confundió a un hombre de 22 años con un niño, le hizo carantoñas e incluso lo cogió en brazos para fotografiarse con él. Mone se dio cuenta de su error cuando el ridículo ya estaba hecho, así que tras pedir disculpas al hombre, se burló de sí misma en Twitter demostrando que, ante todo, tiene mucho sentido del humor.
Nuestra imagen de marca debe estar alineada con nuestros valores y con cómo somos. Es cierto que al ser la exposición pública de nuestra personalidad lo más aconsejable es omitir opiniones que pueden traernos problemas. Eso no es cínico, es inteligente. Lo que no es aconsejable es mentir y fingir ser quienes no somos o transmitir un mensaje que va en contra de nuestros principios. Es cuestión de mostrarse lo más fiel a ti mismo, resaltando tus aptitudes positivas sin endiosarnos. De esta manera construiremos una comunidad fiel y acorde a nuestro perfil. Lo contrario, ni tiene sentido ni podrás mantenerlo por mucho tiempo.